martes, 27 de agosto de 2019

Las manos





Las manos

Toda la suavidad de una caricia
estaba en las manos de las niñas,
sus niñas,
tomando las de su abuela,
las de los cien años de vida,
uno a uno,
eran un imperfecto motivo único 
para que la llenaran de alegría,
con sus sonrisas contagiosas,
sus besos,
y el hueco vacío de un diente perdido.

Para ellas no hubo una mala palabra
aquel día,
esas eran para todos los demás,
el cansancio de la edad 
en sus manos... era menos,
y sus besos y caricias,
que llenaban su centenario
de cielos azules 
y brisas de olor a limón,
hacían volverse atrás el tiempo,
a otros tiempos...

Ninguna de las tres se soltaba,
Juana por querer sentir aquella magia
de sus años buenos,
las niñas por querer dar la ternura
que ella les estaba dejando en herencia.
Así estuvieron un buen rato,
y en esos momentos,
Juana sonrió de verdad
cómo si aquello de hacer 100 años,
cómo si aquel abrazo a sus manos
fueran todas las vidas vividas,
fuera el amor,
la paz...

“Ha merecido la pena”
dicen que dijo,
con los ojos llenos de cristales 
y la sonrisa quieta,
mientras Laura,
la volvía a besar,
con su diente mellado escondido
tras la sonrisa infinita de sus labios.

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